martes, 1 de julio de 2025

Reflexiones II



En el proceso de descolonización del pensamiento impulsado por la Revolución Bolivariana liderada por el Comandante Hugo Chávez, uno de los primeros gestos simbólicos fue el cambio del nombre del Estado venezolano, que pasó de llamarse simplemente “Venezuela” a “República Bolivariana de Venezuela”, como parte de la nueva Constitución Nacional promulgada en 1999 . Este cambio no fue únicamente un homenaje —merecido— al Padre de la Patria, Simón Bolívar, sino una afirmación política que buscaba reactivar su legado como proyecto emancipador y liberador.

Bolívar dejó de ser solo un personaje histórico para convertirse en referente ideológico y moral de un nuevo imaginario colectivo. Se trató de una reinterpretación del pasado desde una perspectiva crítica, orientada a construir una identidad nacional basada en la soberanía, la justicia social y la resistencia frente a las formas heredadas de dominación externa e interna. En este sentido, hablar de comunas y poder popular es, en última instancia, hablar de Bolívar, de su visión federalista, de su apuesta por una nación articulada desde lo local, lo comunitario, lo autogestionado.

Este giro también se expresó en múltiples ámbitos, entre ellos la educación. La creación de instituciones como la Universidad Bolivariana de las Comunas fue un ejemplo del esfuerzo por articular un modelo pedagógico comprometido con el poder popular, la participación ciudadana y la transformación social. No se trataba solamente de formar técnicos o profesionales, sino de formar sujetos políticos capaces de cuestionar estructuras de poder, repensar modelos de organización comunitaria y contribuir a la construcción de un nuevo orden social.

Es por esto que, desde un análisis semántico, resulta difícil comprender el posterior cambio de nombre de la institución, pasando de Universidad Bolivariana de las Comunas a Universidad Nacional de las Comunas. Esta transición simbólica puede interpretarse como parte de un proceso de reconfiguración ideológica, donde se busca ampliar la base de legitimidad o distanciarse simbólicamente del chavismo original, sin necesariamente romper con sus bases estructurales . No se trata de emitir juicios definitivos, sino de reconocer que el uso de ciertos términos refleja cambios profundos en cómo se entiende la nación, la revolución y la educación.

Un aspecto clave de este proceso es el papel del pensamiento crítico dentro del sistema educativo. Desde una perspectiva inspirada en la pedagogía liberadora de Paulo Freire, la universidad no debe ser un espacio donde se reproduce pasivamente el conocimiento establecido, sino un lugar donde se cuestionan narrativas oficiales, se promueve el diálogo intercultural y se fomenta una conciencia histórica consciente de su contexto. Solo así es posible avanzar en una verdadera descolonización del conocimiento, entendida como un proceso que revisa críticamente los modelos cognitivos heredados del colonialismo y propone nuevas formas de saber y hacer desde las comunidades y los pueblos originarios.

Por eso, si bien el legado de Bolívar continúa siendo un pilar importante en la identidad nacional, urge seguir preguntándonos:  
¿Qué significa hoy ser bolivariano?  
¿Qué significa hoy ser nacionalista?
¿Cómo mantener viva la apuesta por una educación liberadora en contextos cambiantes?  
¿Cómo asegurar que las instituciones siguen siendo espacios de transformación y no solo de reproducción del statu quo?

La respuesta a estas preguntas no está escrita, pero debe surgir desde una mirada crítica, participativa,  profundamente humana y desde las bases del pueblo.