miércoles, 19 de febrero de 2025

Las bases del PSUV toman la palabra

Los días 22 y 23 de febrero de 2025, las bases del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) protagonizarán un momento histórico: la postulación de candidatos y candidatas a Gobernaciones, Diputaciones a la Asamblea Nacional y Legislaturas Estadales. Este proceso, que se llevará a cabo en asambleas populares, es un ejemplo contundente de cómo la democracia participativa y protagónica se construye desde las bases, sin imposiciones ni líneas partidistas. No se trata de designar nombres desde arriba, sino de que sean los hombres y mujeres del pueblo, aquellos que trabajan día a día en sus comunidades, quienes sean visibilizados y postulados por sus comunidades.  

Para estas asambleas, no deben haber campañas electorales, ni culto a la personalidad. Lo que cuenta es el trabajo honesto, la dedicación y el compromiso con la revolución bolivariana. Las bases tienen la palabra, y son ellas quienes, en un ejercicio de verdadera democracia, decidirán quiénes serán sus candidatos. Este proceso es una oportunidad para dejar atrás los egos y las ambiciones personales, y para recordar que la unidad es nuestra principal fortaleza.  

La idea no es imponer nombres, sino que sean los propios militantes, aquellos que conocen las necesidades de su territorio, quienes postulen y sean elegidos. Esto garantiza que los candidatos sean verdaderos representantes de las bases, y no figuras impuestas que no responden a los intereses del pueblo. Es un proceso que fortalece la democracia interna del partido y que refuerza el compromiso con la revolución.  

Sin embargo, este proceso también nos llama a la reflexión. Si permitimos que los intereses individuales y las posiciones egoístas se impongan, corremos el riesgo de dividirnos y debilitar nuestra fuerza como partido de Gobierno. El 27 de abril nos espera una batalla crucial, y no podemos darnos el lujo de llegar divididos. La unidad es nuestra principal arma, y debemos cuidarla como el tesoro más preciado que tenemos.  

Estas postulaciones son una oportunidad para demostrar que el PSUV es un partido que cree en el poder del pueblo, en la democracia real y en la participación activa de sus militantes. No se trata de ganar posiciones individuales, sino de fortalecer el proyecto colectivo que representa la revolución bolivariana. Cada postulación, cada decisión, debe estar orientada a garantizar que seguimos avanzando juntos, sin divisiones ni egoísmos.  

En este contexto, es fundamental que las bases asuman este proceso con responsabilidad y compromiso. Debemos postular y elegir a quienes realmente representen nuestros intereses, a quienes hayan demostrado con hechos su dedicación a la comunidad y a la revolución. No podemos permitir que intereses ajenos al pueblo se infiltren en este proceso. La revolución necesita de todos y todas, pero especialmente de aquellos que trabajan sin descanso por el bien común.  

Finalmente, este proceso es un llamado a la unidad y a la conciencia revolucionaria. Las postulaciones de candidatos no son un fin en sí mismas, sino un medio para fortalecer nuestra lucha y garantizar que el PSUV siga siendo el instrumento político del pueblo. Debemos recordar que, más allá de las diferencias individuales, lo que nos une es el compromiso con la patria y con el proyecto socialista que hemos construido juntos.  

El 22 y 23 de febrero, las bases del PSUV tienen una cita con la historia. Es el momento de demostrar que la verdadera democracia se construye desde abajo, con el pueblo como protagonista. 

Chávez vive en el pueblo organizado ....!!!

viernes, 14 de febrero de 2025

Momento histórico

La Revolución Bolivariana no es un monumento estático, sino un río que avanza con la fuerza del pueblo. Sin embargo, en su cauce se han enquistado piedras que, aunque pequeñas, buscan desviar su curso. No son enemigos declarados, sino actores que se mimetizan con el discurso revolucionario mientras cavan trincheras para sus intereses. A estos grupos los llamamos El Club de amigos: por su habilidad para disfrazar su ambición bajo el manto de la lealtad. Son los que traicionan sin hacer ruido, los que usan la bandera roja como escudo para saquear. 

El Comandante Chávez, con lucidez profética, advirtió que el peor peligro no estaba en Miraflores, sino en los pasillos donde se conspira con sonrisas cómplices. “El Club de amigos” son herederos de esa vieja práctica: se infiltran en instituciones, cooptan recursos y convierten la militancia en un trampolín para ascender, no para servir. Hablan de socialismo, pero sus acciones huelen a capitalismo de compadres. Se presentan como guardianes de la ortodoxia, pero su único dogma es el beneficio propio. 

¿Cómo operan? Crean redes de complicidad, prometen protección a cambio de silencio y convierten la crítica en herejía. Su arma no es la confrontación, sino la cooptación: ofrecen cargos, prebendas o reconocimientos a quienes se plieguen, mientras aíslan a los que exigen transparencia. Así, vacían la Revolución de contenido, reduciéndola a una fachada donde lo colectivo se somete a lo clientelar. No les importa el pueblo; les importa su cuota de poder. 

A la militancia del PSUV corresponde una tarea urgente: desenmascararlos. No basta con gritar consignas; hay que ejercer la crítica honesta y la vigilancia activa. El Club de amigos prospera en la pasividad, en el “no te metas”, en el miedo a cuestionar al compañero con influencias. Pero la lealtad a Chávez no se mide por los años en un cargo, sino por el compromiso con los humildes. Quien calla ante la corrupción, aunque vista de rojo, es cómplice de la contrarrevolución. 

Estos grupos apuestan al cansancio, a la desesperanza. Saben que si logran que las bases bajen la guardia, podrán reemplazar el proyecto histórico por una caricatura burocrática. Por eso, la respuesta debe ser organización popular: asambleas de ciudadanos, medios comunitarios que informen, colectivos que ocupen espacios sin pedir permiso. La Revolución no se defiende con decretos, sino con pueblo movilizado y consciente. 

Hay que recordar las palabras del Comandante: “Revolución es radicalidad”. Radicalidad no significa intolerancia, sino profundizar la democracia participativa, incluso cuando eso implique remover a quienes se aferran a privilegios. “El Club de amigos” teme a las comunas, a los consejos comunales, al pueblo organizado, a todo poder que no controlen. Por eso, construir desde abajo es la mejor forma de dejarlos sin terreno. 

No hay tiempo para ingenuidades. La historia de América Latina está plagada de procesos traicionados desde dentro. “El Club de amigos* no es una excepción, sino un síntoma de las debilidades que toda revolución debe superar. Su existencia no es una derrota, sino una prueba de fuego: ¿estamos dispuestos a priorizar el bien común sobre los intereses de grupo? La respuesta define si somos chavistas de verdad o cómplices del retroceso. 

Avanzar implica dejar atrás lo que frena. “El Club de amigos" quiere que la Revolución se convierta en un club de beneficiarios, pero el pueblo tiene la llave para cerrarles la puerta. Sigamos el ejemplo de los que luchan en los barrios, de los que enseñan en las escuelas, de los que siembran en los campos. Ellos, sin títulos ni cargos, encarnan el socialismo. Que los oportunistas se queden hablando solos; la Patria sigue su marcha.  

Chávez vive en el pueblo organizado

¡Con el morral al hombro y Chávez en el corazón: la lucha continua!

En el imaginario revolucionario, el morral del Comandante Chávez no es solo un símbolo, sino un arcón de memoria que carga las luchas de quienes, desde antes del 4 de febrero de 1992, sembraron las raíces de la rebeldía. La generación precursora, aquella que desafió dictaduras, resistió masacres y regó con sangre los caminos de la dignidad, no fue un accidente histórico: fue el germen de la Revolución Bolivariana. Sus mártires —desde Fabricio Ojeda hasta los caídos del 4 de Febrero— no son nombres olvidados, sino cimientos vivos de un proyecto que, décadas después, Chávez convertiría en bandera de pueblo. Sin su sacrificio, no habría habido un despertar.  

Chávez llegó como síntesis de esa herencia. No fue un mesías solitario, sino la voz colectiva de miles que, desde los cuarteles, las universidades y los barrios, anhelaban justicia. Su genio fue transformar el descontento en organización, la rabia en programa político. El Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200), y luego el MVR y el PSUV, no surgieron de la nada: fueron el fruto de décadas de resistencia, de ensayos y errores, de líderes anónimos que, incluso sin ver la victoria, creyeron en lo imposible. La generación fundadora no solo dio forma al proceso; le otorgó identidad. 
 
Pero una revolución no se sostiene solo con nostalgia. El morral de Chávez, metáfora de su legado, exige ser cargado por nuevas manos. La transferencia generacional no es un acto protocolario, sino una necesidad estratégica. Las juventudes de hoy no son “el futuro”: son parte activa del presente. Sin embargo, heredar no significa repetir. Se trata de reinterpretar las banderas anticoloniales y socialistas en un mundo donde el imperio ya no invade con tanques, sino con algoritmos. La guerra cognitiva, impulsada desde Washington a través de redes sociales y medios hegemónicos, busca fracturar la unidad, trivializar la historia y vaciar de contenido la palabra “revolución”.  

Aquí yace el desafío: ¿cómo pasar el testigo sin perder el rumbo? La generación fundadora tiene la responsabilidad de enseñar, pero también de escuchar. Las nuevas generaciones no deben ser espectadoras, sino constructoras de un socialismo adaptado a los códigos del siglo XXI. Esto implica reconocer errores —28 de julio— sin caer en la autodenigración. La autocrítica, cuando es honesta, fortalece; la soberbia, en cambio, abre brechas para el enemigo.  

El morral de Chávez guarda herramientas para esta batalla: educación popular, comunicación alternativa, organización comunal. Frente a la guerra mediática, hay que responder con pedagogía insurgente. Las redes sociales, en manos del pueblo, pueden ser trincheras de verdad. Los jóvenes, nativos digitales, tienen la capacidad de desmontar fake news con creatividad y rapidez, pero necesitan acceso a formación política y recursos. No se trata de competir con el imperio en su juego, sino de reescribir las reglas.  

La continuidad también demanda proteger lo conquistado. Las misiones sociales, la soberanía petrolera, la diplomacia de los pueblos —logros de la generación fundadora— no son reliquias museables, sino armas para enfrentar nuevas amenazas. Sin embargo, no basta con administrar lo existente; hay que innovar. La revolución tecnológica, entre
otras masivas respuestas audaces, donde la experiencia de los mayores y la osadía de los jóvenes se complementen.  

El 28 de julio fue una advertencia: sin participación protagónica, sin empoderar a las bases, el proceso se debilita. La revolución no es un partido de élites, sino un río donde deben caber todas las corrientes. Por eso, el morral debe pasar de mano en mano, sin que nadie pretenda clavarlo como trofeo. Las nuevas generaciones no están llamadas a ser “reemplazos”, sino herederas críticas y creadoras. Como dijo Chávez: “Nosotros no somos dueños de la historia, somos sus servidores”.  

Que el morral no se convierta en carga, sino en brújula. La Patria que soñaron los precursores, que Chávez hizo posible y que hoy defendemos, solo perdurará si entendemos que la revolución es un acto de amor colectivo que trasciende generaciones. A los jóvenes: estudien, organicen, cuestionen. A los fundadores: guíen, confíen, liberen espacios.

Juntos, como un solo pueblo, llevaremos este legado hasta la victoria final.  

¡Con el morral al hombro y Chávez en el corazón: la lucha continua!

Chávez vive en el pueblo organizado…!

martes, 11 de febrero de 2025

El PSUV: La necesidad de una renovación revolucionaria



El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) ha sido, sin duda, un pilar fundamental en la construcción del proyecto bolivariano. Desde su fundación, ha alcanzado grandes logros, como la consolidación de políticas sociales inclusivas, la defensa de la soberanía nacional y la promoción de una visión antiimperialista en América Latina. Sin embargo, dentro de su seno, persisten vicios que amenazan su capacidad para liderar los cambios profundos que la revolución requiere. El sectarismo, el club de amigos y el foquismo han limitado su desarrollo, alejándolo en ocasiones de las bases populares que deberían ser su principal sustento.

En este nuevo proceso de postulaciones de sus líderes, es imperativo que las postulaciones nazcan del pueblo. No pueden ser impuestas desde cúpulas alejadas de la realidad cotidiana de las comunidades. Deben ser los hombres y mujeres que trabajan codo a codo con el pueblo, quienes impulsen y desarrollen las políticas del Estado en beneficio de las mayorías. Solo así el PSUV podrá recuperar su esencia revolucionaria y mantenerse como un instrumento al servicio de las transformaciones sociales.

El presidente Nicolás Maduro Moros ha dado un paso crucial al otorgarle al pueblo el poder de elegir a sus líderes. Esta decisión refuerza el principio de que "solo el pueblo salva al pueblo", una máxima que debe guiar no solo este proceso electoral, sino también la construcción diaria de la revolución. La democracia participativa y protagónica, consagrada en la Constitución bolivariana, debe ser más que un discurso; debe materializarse en prácticas concretas que empoderen a las bases y fomenten la participación activa de todos los sectores populares.

Sin embargo, este proceso no estará exento de desafíos. El sectarismo y el clientelismo, arraigados en algunas estructuras partidistas, pueden intentar obstaculizar la verdadera participación popular. Es responsabilidad de todos los revolucionarios y revolucionarias garantizar que este proceso sea transparente, inclusivo y verdaderamente democrático. La revolución no puede permitirse reproducir los vicios del pasado; debe ser un espacio de renovación constante.

La elección de nuevos líderes debe estar acompañada de un compromiso firme con los principios socialistas. No se trata simplemente de cambiar caras, sino de impulsar un nuevo estilo de liderazgo, más cercano a las necesidades del pueblo, más crítico con los errores internos y más comprometido con la autocrítica y la rectificación. Solo así el PSUV podrá mantenerse como un faro de esperanza para las mayorías excluidas.

En este contexto, es fundamental recordar que la revolución bolivariana no es un proyecto de un partido, sino de todo un pueblo. El PSUV debe ser un instrumento al servicio de ese proyecto, no un fin en sí mismo. Su renovación y fortalecimiento son tareas urgentes, pero no pueden realizarse a espaldas de las bases populares. Por el contrario, deben ser el resultado de un diálogo franco y constructivo entre todos los sectores comprometidos con el socialismo.

El llamado es claro: este proceso postulaciones debe ser una oportunidad para revitalizar el PSUV y, con él, la revolución. Que sean las comunidades, los trabajadores, las mujeres, los jóvenes y los campesinos quienes decidan quiénes están mejor preparados para liderar este nuevo ciclo. Solo así podremos avanzar hacia una sociedad más justa, más igualitaria y verdaderamente soberana.

La consigna sigue vigente: ¡Solo el pueblo salva al pueblo! Y hoy, más que nunca, es el momento de demostrarlo.

Chávez vive en el pueblo organizado