domingo, 29 de junio de 2025

Superando la cultura de la inmediatez y el formalismo


En el actual proceso de construcción del Estado Comunal, existe una peligrosa tendencia a privilegiar la forma sobre el fondo, los números sobre la sustancia, los resultados inmediatos sobre los procesos orgánicos. Esta dinámica, lejos de fortalecer el poder popular, amenaza con convertirlo en una estructura vacía, carente del contenido revolucionario que debe caracterizarlo.  

El afán por mostrar logros cuantitativos ha llevado en muchos casos a descuidar lo esencial: la construcción paciente y consciente de una verdadera organización popular. Se declaran salas y gabinetes de gobierno comunal constituidas sin el debido proceso de maduración colectiva, se conforman consejos comunales que existen más en el papel que en la práctica, y se ejecutan proyectos diseñados verticalmente en lugar de surgir de diagnósticos participativos. Esta forma de proceder no hace más que reproducir, bajo nuevos ropajes, los vicios del viejo sistema que pretendemos superar.  

Un problema especialmente grave es el fenómeno del reciclaje permanente de voceros y dirigentes. Cuando los mismos rostros se perpetúan en los espacios de dirección, estamos ante un claro indicio de que no se está cumpliendo con el objetivo fundamental de politizar y formar a las bases. El poder popular debe ser escuela de nuevos liderazgos, espacio donde surjan y se desarrollen capacidades en todos sus integrantes. La rotación de funciones no es una formalidad, sino una necesidad democrática que garantiza que el conocimiento y la capacidad de dirección se socialicen.  

Estas deformaciones tienen su origen en múltiples factores: la presión por mostrar resultados rápidos que "demuestren" el avance del proceso, la comodidad de trabajar con cuadros ya conocidos en lugar de formar nuevos, y en algunos casos, el temor a un verdadero empoderamiento popular que cuestione estructuras de poder enquistadas. Superar estos obstáculos requiere de voluntad política y claridad conceptual.  

El camino correcto implica privilegiar la calidad sobre la cantidad, entender que los procesos organizativos genuinos requieren tiempo y paciencia histórica. Significa promover una formación política profunda que vaya más allá de la instrucción técnica, capaz de desarrollar conciencia crítica. Exige mecanismos reales de rotación de funciones y rendición de cuentas. Sobre todo, demanda comprender que el Estado Comunal no se decreta, como bien lo señaló el Comandante Hugo Chávez.

La revolución bolivariana tiene ante sí el desafío de demostrar que el poder popular no es un eslogan, sino una práctica concreta de transformación social. Solo superando la cultura del atajo y el formalismo podremos hacer del Estado Comunal esa alternativa real y civilizatoria al modelo capitalista que aspiramos construir.

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