sábado, 21 de junio de 2025

La importancia de contar nuestra historia

La historia, tal como nos ha sido transmitida, es en gran medida la narrativa del vencedor sobre el vencido, del colonizador sobre el colonizado. Es un relato construido para justificar el poder, borrar identidades y perpetuar estructuras de dominación. Por eso, recuperar y contar nuestra propia historia no es solo un ejercicio de memoria, sino un acto político, un gesto de emancipación y rebeldía frente a los discursos hegemónicos que buscan definir quiénes somos y qué valor tenemos.  

Al narrar nuestra historia desde nuestra voz, desmontamos los mitos impuestos y cuestionamos las verdades absolutas que nos han enseñado. Comprendemos que la cosmovisión que hoy define nuestro presente —con sus normas éticas, morales, culturales y sociales— no fue diseñada para nuestro bienestar, sino para someternos, para alienarnos de nuestras raíces y legitimar la opresión. Reivindicar nuestra memoria es, entonces, recuperar el poder de nombrarnos, de definir nuestra identidad y nuestro lugar en el mundo.  

Pero contar nuestra historia no se limita a recordar el pasado; es también construir futuro. Es reconocer las luchas de quienes nos precedieron, honrar su resistencia y continuar su camino. Es entender que la cultura, las tradiciones y los saberes ancestrales no son reliquias del pasado, sino herramientas vivas para enfrentar los desafíos del presente.  

En un mundo que insiste en homogenizar el pensamiento, narrar nuestra historia es un acto de descolonización mental y espiritual. Es afirmar que existimos, que resistimos y que nuestras voces, silenciadas por siglos, merecen ser escuchadas. Porque solo cuando conocemos nuestra verdadera historia podemos romper las cadenas de la dependencia intelectual y emocional, y caminar hacia una auténtica libertad.  

La historia no es solo lo que fue, sino lo que decidimos recordar y transmitir.

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